domingo, 25 de enero de 2009

Diálogo de Hero y Leandro

En esta entrega he copiado lo que en el cuaderno de Hero son una serie de cuatro cortos fragmenteos de diálogo. En los mismos se confunden los hablantes, pero yo creo que se pueden identificar, por lo menos yo, que conozco a Hero, puedo distinguien entre él y Leandro. Quise mantener esta forma de la charla que puede resultar caótica, porque fue escrita según los restos de recuerdos que tuvo Hero en su encuentro con Leandro, y además porque la escribió para sí y no para otros.
Lautaro Prado


Fragmento N° 1

- Qué bueno
- Sí, además no quiero seguir rascándome más, ya no quiero perder más tiempo.
- ¿Entonces no pensás irte de vacaciones?
- Es probable. Ya es costumbre entre mis amigos.
- (Mmmm... mucho para mirar en la playa... ¿su amor hacía mí durará una charla? Porque en la playa no puedo competir).
- Pero lo que sí sé es que tengo por hacer un montón.
- Eso es bueno
- ¿Qué me recomendás para leer?
- ¿No leíste a Borges?
- No
- Yo tampoco. Bueno unos pocos cuentos, pero está bueno.
- Me da la sensación que resulta pesado y aburrido.
- Lo poco que leí de él no me pareció así. Supongo que para comenzar a leer Borges se tiene que empezar por algunos cuentos que sirvan de entrada a su mundo. Sus cuentos están cargados de cierta filosofía. Toma mucho de la biblioteca del mundo. Me refiero a que en sus cuentos siempre hay algo que te remite a otros lugares, digo, lecturas, obras literarias o de otra índole. Te recomiendo empezar con La Casa de Asterión. Se trata de un príncipe que... pero mejor leelo no quiero aventurar nada... es un cuento corto… Bueno, pero fijate, en ese cuento aparece lo que yo te digo sobre otras lecturas, porque está relacionado con un mito griego, con lo cual, para poder entenderlo, habría que conocer la historia anterior de la que Borges se nutre.
- ¿Eso no se llama afano?
- No, se llama otra vuelta de tuerca a la cuestión.
- ¡Ah! ese libro lo leí. Otra vuelta de Tuerca ¿Vos?
- También.
- Me gustó mucho.
- A mí también.
- También vi la película... Otra cosa que tengo por hacer es ver películas. Tengo doce ya compradas que me están esperando.
- ¡Qué bueno! Lo que te recomiendo es que, ya que tenés un montón para leer y para ver (sonrisa), que hagas las fichas de los libros que leés y de las películas que ves.
- ¡Ah! Me habían dicho.
- No soy el mejor ejemplo de esto que recomiendo, porque debería hacerlo con cada cosa que veo, pero es interesante porque con el tiempo uno se olvida de todo y en una ficha vos podés anotar lo que te pareció la peli, el argumento, lo que pensás, y ya, después, cuando querés, volvés a releer para acordarte de lo que viste o leíste, e incluso tenés materia de conversación. Eso está bueno ya que tu objetivo es aumentar tu cultura general.
(Tengo ganas de hacer lo que estoy diciendo… poner en práctica algo que nunca hice)
- Sí, es una buena idea. Pero lo que tiene que ver con la lectura me parece que no voy a ser muy estricto, porque es mucho para leer, así que entraré en Internet y buscaré sobre historia de la literatura argentina, lo más importante nada más. Porque es un programa muy extenso.
- Bueno, pero podés leer alguna que otra cosita además de hacer eso. Una cosita de cada autor.
- Puede ser.
- Ahora, Internet es una cosa genial. Está todo allí. Es una enciclopedia ciclopea. Digo, es una biblioteca de Babel infinita. Una cosa lleva a la otra.
- Si es verdad, pero yo no estoy muy pendiente de las computadoras. Por eso no acepté que me dieras tu dirección de mail porque la verdad no me conecto.
- Yo igual. Pero me gusta escribir. La idea era contactarnos por medio de correspondencia cibernética, no por chateo.
- Ahora estamos chateando (risas)
- (risas)
- Y el monitor es tu cabeza. Tus ojos son la pantalla.
- ¡O mejor, la cámara web!, digo, la web cam. Y tu boca el micrófono.
- O el parlante. Y el ciber es el parque. (Sonrisa) Y la gente computadoras ambulantes.
- (Sonrisa) (Qué lindo que es, qué labios tan finitos tiene) Eso de que no te gusta andar chateando y estar pendiente de la computadora ¿también está relacionado con que no contestás los mensajes de texto que te envío por celular?
- Uff... sí, no lo aguanto. Porque ¿para qué tanta cursilería? ¿Para qué mensajearte durante toda la semana, dando vueltas y vueltas sobre un mismo tema, si después te vas a ver con la otra persona?
- Bueno... emmm… yo te enviaba solo para establecer contacto... para saber que estabas ahí… y prepararte para vernos.
- Está bien. Pero no soporto a la gente que está constantemente enviando mensajes de texto para estar “comunicada”. Es lo mismo que estar “comunicado” con otra persona por medio de un chat. ¿Hay algo más antinatural que un chat? Mejor enviar un mensaje de texto cuando tenés ganas de ver a la otra persona y listo, si total ya sabés que la otra persona está. Me pasa con mis amigos que siempre están enviándome mensajes el mismo día que saben que los voy a ver. No lo soporto. Por eso no cargo el celu, para no tener que andar malgastando energía.
- Sí tal cual. Uno termina siendo esclavo de estas cosas.
- Estaría bueno romperlo. Pero de todas formas no es conveniente... detesto que no sea conveniente. Pero si lo rompo me voy a tener que comprar otro.
- Y es bastante carito el que tenés.
- Sí, las paradojas de la vida. Es que hay una realidad, y es que la tecnología avanza y sería un necio si negara que no necesito este aparato. Necesito este aparato y muchos otros jugue-titos...
- Ejemmm… ¿Juguetitos? ¿A tu edad? Esta bien que tenés veinte años y que sos más chico que yo... pero…
- En todas las edades hay juguetitos. Hay juguetitos hasta para los más grandes... pero son acordes a los juegos que les gustan jugar a los mayores. ¿Entendés lo que te digo no?
- No me trates como tonto, por supuesto que entiendo. Entiendo a qué jugue-titos te referís.
- No, porque por ahí te cuesta.
- No busques camorra.
- Por ahí... que se yo…
- Basta nene.
- Es que, puede ser que no entiendas.
- Te estás buscando una piña.
- Pero te lo digo porque quiero ayudarte.
(¡Paf!)
- ¡Ay!
- ¿Te dolió? Pero sos una manteca, si ni te toque.
- ¿Ah sí?
- No me pegues porque n-i t-e t-o-q-u-é.
- ¿Si te pego acá?
- No me dolió.
- ¿Si te pego con esto?
- ¡Epa! Me parece que estás yendo muy rápido. (¡Pif!) ¡Ay ah, la nena pega cachetadas! No toques mi cuerpo, es sacrilegio. No se lo puede tocar ni con el pétalo de una rosa.
- ¿Y si te toco así?
- mmmm… puede ser, no sé.
- ¿Y si te beso?



Fragmento N°2.

- Hablame de vos.
- ¿De mí?
- Sí, contame sobre vos.
- ¿Qué querés que te cuente?
- Todo. Cualquier cosa. ¿Cómo te llevás con tus padres?… ¿Ellos saben?
- No, no saben. Pero me llevo bien.
- No les contaste.
- No tengo la necesidad de eso por ahora. Pienso que podría decírselo cuando les lleve mi pareja. Entonces la presentaría y de esa forma se enterarían.
- (Sonrisa)
- ¿Y tus padres lo saben?
- Sí...
- ¿Y está todo bien?
- Sí.
- ¿Cómo y cuándo lo supieron?
- Tenía veintiún años. Durante la adolescencia había tapado todo y me torturaba la idea de darle permiso a las sensaciones que comenzaba a sentir con respecto a mi sexualidad. Pero cuando descubrí el chat me refugié en él y así mi mente me llevó a entrar a chats de gente que busca gente de su mismo sexo. Y así conocí a un muchacho con el que tuve mi primer encuentro. No pasó más que de caricias y franeleo. Fue una experiencia de mierda.
- ¿Por?
- La había pasado bien… Pero fue todo tan antinatural… por el chat. Seguí manteniendo contacto por medio del chat con el muchacho este que te menciono, y mi papá leyó de c-a-s-u-a-l-i-d-a-d los diálogos que quedaron guardados en ese chat. De esta forma se enteró y a partir de allí fue una convivencia horrorosa de la que no pude despegar. Porque siempre había quedado pegado a la palabra de papá y ese momento no iba a ser la excepción.
- Qué feo.
- Sí... Pero ahora está todo bien. Sin embargo pienso que el daño ya está hecho. Aún así él me escuchó y eso es bueno porque las personas solo pueden cambiar si pueden realmente escuchar las razones de los demás.
- ¿A qué daño te referís?
- No importa… ¡Pero! ¡Yo quería que me hablaras de vos! Contame como es tu experiencia con la sexualidad. No te veo como yo, te veo tan suelto. Como una pluma. Una burbuja. Como que vas por la vida más tranquilo.
- Sí es verdad, soy tranquilo.
- Me refiero a que no te haces mucho problema con la sexualidad, como en mi caso.
- Sí, es así. No me cuestiono nada con respecto a eso. En la escuela tenía un grupito de amigos con los que hablaba del tema.
- ¿En la escuela? (¡Con razón!) Yo en la escuela no tenía amigos. ¿Pero eran héteros?
- No, eran gays como yo. Nos fuimos conociendo en gimnasia donde había chicos de otros cursos. Viste que en gimnasia por lo general quedamos medios apartados, aunque alguno que otro se integraba bastante bien al grupo de deporte. Pero algo nos atraía, en algún punto quedábamos afuera del grupo deportivo. En esos momentos nos teníamos juntos. Y así empezamos las loquitas. ¡No, nunca fuimos locas! Pero cuando estábamos juntos algunas plumas se nos caían. Quedábamos desplumados. Cuando los demás chicos jugaban al basquet o al fútbol nosotros jodíamos sobre nuestras cosas “cuidado querido, se te cayó una pluma” nos decíamos. “Levanta la pluma que se te cayó”
(Risas)
- Qué lindo lo que me contás, principito. Me parece tan natural, tan fresco. Claro... Ahora te entiendo... Entiendo tu frescura. No es raro que se te cayeran las plumas si sos un cisne.
- Ay, gracias. Bueno, mi mejor amigo es uno de los chicos de este grupo. Con él hablo de todo y hablamos de muchas cosas a la vez, de las más diversas y cualquiera que se meta en nuestra conversación podría llegar a pensar que estamos locos porque saltamos de un tema a otro y después que terminamos de hablar es como si se cerrara todo lo que dijimos. Con él me llevo muy bien. Y bueno, a mis padres no veo por qué decirles, lo sabrán cuando tenga una pareja.



Fragmento N° 3:

- ¡Mirá esos pájaros!
- Son extraños.
- Qué hermosos son. Tienen el plumaje de un color violáceo.
- Son lindos… pero son extraños…
- ¿Cómo se llamarán?
- No sé. Parecen agresivos. Son como cuervos estilizados. No me gustan.
- ¡Me encantaría tener esas plumas!
- Si es por el hecho de llevar plumas llevaría esas o la de cualquier otra ave para volar hasta tu ventana y verte dormir.
- Ay, gracias... ¿Te gustan las plumas del pavo real?
- Me gustan... Me gusta el pavo real blanco.
- ¿Existe?
- Sí, es un pavo real con todas las plumas de blanco. (Sonrisas). Como tu piel. Yo vi la piel de tu pancita, ¿te acordás? Mmmm!!! Y la besé…! era muy blanca. Ahí no llega la luz del sol ¿eh?
- (Risas) Me da cosquillas. Por más que quiera broncearme no lo consigo. La última vez que fui a la costa intente tomar sol y terminé mal. Tengo la piel muy delicada, no pasa de este blanco. En cambio la tuya es tostadita. Te debés broncear en seguida. Cómo te envidio.
- Yo en cambio no te envidio… mmm… ¡deseo tocar esa piel blanquita que tenés!
- Me gusta el contraste de tu piel con la mía.
- Pero mirá mis brazos… Es algo que detesto. Son flaquísimos. Los tuyos son más carnosos.
- Hay que comer más... Pero comer comida, no otra cosa…
- Ja, qué gracioso. JA.
- ¡Ay ah! Juego de mano juego de villano.
- Mi mano toca lo que le gusta.
- ….
….
…. Qué linda caricia… me gusta.
- Me gustó tu brazo. Por eso le dedico estás caricias. ¡Ahora me gustó tu frente! La voy a besar.
- Qué rico beso…
- Y ahora la voy a acariciar.
-….
….
…. ¡Mmm! ¿Te puedo arrancar los pelos de las cejas?
- ¡Ay, no! ¡Qué malo! Yo te trato bien y vos me querés lastimar.
- Esos pelitos del pecho también. ¡Arggggrrrrrr! ¡Te los arranco!
- ¡No!
(Risas)
- Qué rico cuello...
- A mí me gusta el tuyo... pero no me lo dejás besar. Cuello de cisne. Blanquito y con un pequeño lunar. Dejame besarte el cuello. ¿Por qué no te dejás? ¿Te da cosquillas? ¡Dale!
- No... Es una cuestión de confianza...
- ¿No me tenés confianza? Yo te acabo de entregar el cuello... Y me lo pudiste haber mordido con tus dientes de león y sin embargo te lo ofrecí.
- Vos no me lo ofreciste... yo vi el momento indicado y te lo comí.
- Bueno, la cuestión es que te lo comiste y ahora yo quiero comer el tuyo.
- No. Tengo miedo.
- ¡Dale! ¿Tenés miedo de que te lo muerda?
- No me dejés marcas...
- ¿Me lo das?
- No.
- Dame que te lo muerdo.
- ¡No!
- ¡Grrrrrr! ¡Rafff!
(Risas)
- Mirá... el sol. La gente se va de a poco con la lenta ida del sol.
- Nos quedamos solos...
- No sólo nosotros, también quedan los enamorados. Por ahí andan recostados en el pasto. Hablándose, besándose... Como nosotros.
- Pero nosotros no nos amamos. (No somos enamorados).
- Pero esto es algo de amor. Una forma. Porque valoro mucho que nos hayamos visto después que parecía que no íbamos a ver. No faltaste a la cita y eso es algo para valorar. Pienso que en todo esto hay algo de afecto o de tener en cuenta al otro y eso te lo reconozco, aunque después no pase nada de nada. Por mi parte yo hubiese venido aunque vos no hubieses concurrido, porque por un príncipe estoy dispuesto a soportar una larga espera.
- Te gusta decirme príncipe...
- Es que es verdad, sos un príncipe. Sos muy hermoso y a la vez se nota por las cosas que decís y te interesan que tenés una belleza interior que realza tu belleza física.
- Gracias.
- Perdón si lo adulo mi señor. Pero no saldrán de mi boca mentiras... creo que al no conocerte, me generás la confianza suficiente como para decirte lo que me pareces. Hasta ahora no me diste pie para que te criticara, pero claro, todos tenemos nuestras cositas. Hasta los príncipes supongo deben tener sus cosas negativas.
- Vos también me generás esa confianza. Pienso que lo mejor que puede hacer una persona es mostrarse tal cuál es, sin tantas vueltas. Hay personas que para agradar al otro actúan un personaje que no es; no solo engañan al otro, sino se engañan así mismos. Pero la única forma de gustar a otra persona es mostrarse lo más sincero posible. Porque así podés saber si en verdad la otra persona es para vos y vos para ella.
- Coincido. Sí, pienso lo mismo. No sirve de nada agradar al otro. El otro tiene que gustarle como sos. Sino después se empieza a caer todo. Si uno se muestra con máscaras, después es peor.
- Por amor se hacen muchas cosas.
- Mmm… es verdad. Eso también es amor. Pero una forma de amor. No es el amor.
- ¿Qué es el amor?
- No sé. Nunca amé.
- Ah, cierto que me dijiste.
- ¿Vos? ¿Estuviste de novio?
- Una vez salí con un chico. En la secundaria. Me gustaba y él me tiraba onda con su mirada pero no nos animábamos a acercarnos. Uno de los últimos días de fin de clases, lo encontré con otros conocidos de la escuela en la parada del colectivo. Yo tenía la fiesta de fin de año y vi la oportunidad de comenzar a romper el silencio. Me acerqué, los saludé a todos y lo miré en especial a él. Tiré mi invitación al aire “chicos están invitados a la fiesta que hacemos...” Y me fui... Ninguno fue a la fiesta, salvo él. Ahí empezó nuestra relación.
- Bello… No me esperaba otra cosa de vos. Con naturalidad de león respondiste a tu instinto principezco. Parece que no me vas a defraudar en ningún momento.



Fragmento N°4.

- Sin embargo no me fío mucho de lo que la persona dice sobre sí misma.
- Está bien. Puedo estar mintiéndote.
- Tal cual.
- Y claro.
- Y sí. Vos decís que sos así o así y eso no quiere decir nada. La persona te muestra lo que es no con lo que dice sino con lo que hace.
- Lo tengo bien en claro y a pesar de que no tengo mucha cancha en la vida social, sé darme cuenta cómo son las personas. No conozco muchos tipos de persona pero me doy cuenta, a veces, como viene la mano. Y aún así tengo necesidad de decir cómo soy, o por lo menos decir la imagen que tengo de mí. Pero no es por venderme, no lo creas. No me interesa si la otra persona me compra o no. Tal vez esté relacionado con lo que me pasa últimamente. Tengo la necesidad de contarle a todo el mundo que soy gay. Todos mis conocidos lo saben... menos en el barrio. Pero pienso que en el barrio lo deben intuir, porque a pesar que no me animo a mostrarme mucho, alguna pluma se me cae, como vos decís.
- ¿Y si fuera que lo utilizás como un tema de conversación porque no tenés nada para decir?
-… Estoy pensando… estoy pensando... Puede ser. Lo relaciono con otra cosa... otra cosa más íntima que no te revelaría ahora. Por lo menos ahora. Es que también el otro espera siempre conocer alguien interesante. Por lo menos me ha sucedido siempre con los chicos que conocí en cualquier boliche. Debe ser que el circuito bolichero tiene para todos los lugares los mismos clichés en el momento del chamuyo. Por ejemplo, cuando se conoce a alguien siempre se pregunta “¿Y qué hacés de tu vida?” “¿Estudiás? ¿Trabajás?” y una serie de preguntas que son siempre las mismas. Como si eso fuera a rebelar a la persona.
Para mí, lo interesante es la interioridad de la persona. No soy ingenuo, me doy cuenta cuando la persona me quiere engañar, ya me ha pasado. Pero siempre espero que la otra persona se abra. Me cuente sobre ella... porque me interesa nadar en las profundidades.
- guau... (Sonrisa)
- No empieces otra vez a burlarte... por eso te pedí que me hablaras de vos... Soy un extraterrestre en este planeta. Soy de otro mundo.
- ¿De qué mundo?
- Me gusta Neptuno, pero por el hecho que a mí me gusta nadar y todo lo que tenga que ver con el agua me encanta.
- Es hora de que caigas a tierra. Tenés veintisiete años, flaco.
- (Risas) Es verdad. Lo pienso constantemente.
- No pienses tanto. Cae a tierra... Visitame, yo vivo en la Tierra.
- El príncipe de la Tierra... y el príncipe de Neptuno. Separados por millones de millones de millones de kilómetros.
- Para mí la distancia no es un problema... ¿Para vos?
- Si para vos no... Para mí tampoco.- Entonces vení, acercate... ¡Dale! no estés tan lejos.

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