sábado, 31 de enero de 2009

Boca SUCIA

Sábado 24 de enero de 2009.

Hoy publiqué mi primera entrada en el blog, después que Lautaro terminó por convencerme de abrir una cosa de estas. Jamás se me hubiese ocurrido escribir en un blog y no expondré ahora las razones por las cuales lo hago, ni cuáles fueron los argumentos que desplegó mi amigo para que yo cediera a su idea.
Lautaro ha señalado, en la presentación de este blog, el desfasaje que se produce entre lo que escribo y las publicaciones. Habrá aproximadamente unas pocas semanas de distancia entre ambos hechos, el tiempo que tardó en hacerme ver que escribir en un blog es una buena forma de hacer terapia.

Este es el primero de mis escritos en el cual tomo consciencia de que estoy escribiendo en un blog y hay cuestiones de escritura que, me he puesto a meditar, están relacionadas con mi vida. Lautaro señala mi pretenciosa prolijidad, siempre me está diciendo que yo escribo tratando de buscar una asquerosa pulcritud. Lo entiendo y hemos discutido a menudo sobre este punto. Para mí todo gira en torno a la represión, incluso la escritura. Lautaro también piensa eso.
Por eso se sorprendió cuando leyó la última carta de mi diario, el post anteriormente publicado en este blog, donde cuento mi experiencia en el micro, porque allí me soltaba más y dejaba aflorar lo burdo, lo guaso, al referirme a mi erotización como “aputazamiento”, o nombrar “machazo” o “chongazo” al chico que tenía a mi lado. Se contentó de leer estas palabras; que por un instante me olvidara del recato y las palabras bellas, las palabras principescas que suelo usar en las cosas que escribo, y me dejara llevar por el curso natural del cuerpo, del vientre, como dice él.
Tenés que mover más el vientre, me dice, estás muy constipado de ideas que no te llevan a ningún lado, sino a tu propio estancamiento. Tiene razón porque no me animo, o más bien, no me permito, ser más suelto, más libre, más pluma, más cisne, con las cosas que siento. No termino de admitir que me puede gustar bajar del pedestal en el que me siento una reina y aceptar que también yo puedo sentir cosas de plebeyos. Dejar de ser diosa para convertirme en un simple mortal...
Dejar de lado los circunloquios, las cartas largas, el romanticismo alemán, la ópera pomposa, y sentirme cómodo en la comedia de la vida. ¡Oh, es lo que más quiero!
Yo pienso que lo estoy logrando de a poco. Sí, lo estoy logrando, estoy logrando la liberación. Ya no puedo esperar más tiempo encerrado en mi casa, sin salir a ningún lado, no puedo esperar, viendo como cada día me marchito lentamente, sin haber conseguido el amor. Quiero vivir.

Es por eso que nos hemos alegrado, Lautaro y Eleno incluido, porque principio a sentir estos movimientos de agua en mi estructura gélida de hielo macizo. El deshielo tiene que producirse en este verano. Este verano tiene que ser. En este verano tengo que salir, en este verano quiero vivir, vivir una vez más. En sombras dejé que se pasaran mis mejores días... Pero, tengo veintisiete años... ¡Nunca más volveré a tener esta edad! Tengo que seguir. ¡Quiero vivir! Ahora es el momento. Hoy. Bueno hoy tengo anginas y no puedo salir a ningún lado. Ayer iba a salir con Eleno y resulta que las anginas me mataron, eso sumado al calor, terminaron por postrarme en cama. Momentáneamente...

Entonces hay algo que se mueve y es agua. Volveré a nadar. Volveré a practicar el deporte que más me gusta: natación para nadar en la nada.
Nadar con las palabras también es mi tarea. Ahora tengo el reto de soltarme más, de ser más vulgar y no tan altanero como un príncipe solterón. Por suerte mis amigos, Lautaro y Eleno, son de gran ayuda, con ellos puedo soltarme más, porque son más realistas que yo y saben que volar por palacios celestes te puede hacer caer o perder en las fantasías. Y el tiempo vuela.
Con Eleno hemos hablado de chicos refiriéndonos a “machos”, a “chongos”, hemos dicho “pija”, “pijón”, algo que nunca me hubiese atrevido a decir. Incluso me estoy animando a hablar en el colectivo y en la calle, en estos términos o en otros, del tema que nos interesa a mis amigos y a mí: los hombres.
–Escuchame una cosita. Me decía Lautaro. –Vos tenés que empezar a asumirte, loco. ¿Cuánto tiempo más vas a seguir así? Ya fue, ya está, te gusta la pija. Decilo.
– ¿Qué cosa?- le preguntaba, asombrado por su manera de hablar.
–Que repitas lo que te estoy diciendo. A ver, repetí con mamá: me gusta la pija.
–Estás loco. ¿Para qué querés que diga una guarangada como esa?
–Punto número uno: no cuestiones los métodos de tus maestras. Este es un punto crítico de tu curación. Escuchame, ni pagándote el mejor psicólogo vas a tener una terapia como esta. Te digo que da buenos resultados. Damián, si no te animás a decir lo que te gusta, si no decís las palabras, si las palabras no salen de tu boca, no terminarás nunca de asumirte. Si te pregunto cómo te llamás, qué me respondés.
–Damián.
–Entonces sabré, cada vez que te vea, que ese es tu nombre y te llamaré. Vos mismo te conocerás por ese nombre y así los demás llegarán a vos por este nombre, es el primer paso para empezar una relación. Ahora, hijito mío, de una vez por todas ¿te gusta o no te gusta la pija?
–Me gustan los hombres.
–Mirá que la haces difícil querido... Me podés decir por qué te gustan los hombres, qué tienen los hombres que te gusta tanto.
–Y me gustan. ¡Qué se yo! Como hay hombres que le gustaran las mujeres...
– ¿Te dás cuenta mi amor? ¿Te das cuenta que te evadís de la pregunta, que no contestás, que te cuesta decirlo? Pero yo te digo que es fácil y hasta que no lo digas no te vas de acá. Viniste por un mate, viniste a charlar, y comenzaste a hacer psicoanálisis. Decime, vos ya te encamaste con varios hombres, conociéndolos por chat, esa historieta ya la sabemos todos de pe a pa, de la “a” a la “z”, de X, Y, W y Q, hasta el alfa y el omega, ahora mi amor ¿qué es lo que tiene el hombre que te gusta tanto a la hora de encamarte con uno?
–Y muchas cosas Lau.
–Me estás tomando el pelo. Ya sé que tiene muchas cosas, pero tarada, tenés que decir: PIJA. Es lo único que nos diferencia del resto de los humanos que a nosotros nos gusta la chota, que pecamos contranatura. Pero a vos querido ¿te gusta o no te gusta?
–Y sí... me gusta.
– ¡Bravo, corazón! ¡Por fin! Ahora, el tema es saber cuánto te gusta. Y pensalo bien porque esto también es muy importante. Pensá por qué es importante lo que te pregunto, porque acá se decide todo y no es una pelotudez a pesar que a vos te parece que hablar de esta forma es una falta de respeto e insulto al buen gusto. Pensá que te pregunto sobre tu deseo, sobre lo que deseas. Te voy a ayudar, no te preocupes. ¿Te gusta el sexo oral?
–Sí...
–Entonces te gusta chupar pija ¿o me equivoco?
–Sí...
–Ahora supongamos una cosa. Supongamos que estás en un vestuario con otro hombre y este se está cambiando y pela una terrible pija descomunal. Vos la viste pero él no sabe que a vos te gusta la poronga. Vos, muy en el interior de tu ser, de tu corazoncito, sabes que te gusta el sexo oral. De pronto el tipo te hace una seña, te guiña el ojo y te muestra su pene, invitándote, con un leve movimiento de cabeza, a que le saborees el pedazo. En definitiva, quiere que se la chupes. A vos, chupársela a ese tipo ¿te gusta más o menos, te gusta, te encanta o te pierde? Mirá que hay una diferencia entre encanto y gusto ¿eh?
Sin meditarlo respondí:
–Me pierde…
–Te das cuenta loco, te morís por las pijas. Te morís por chupar una buena pija. Sos putito ¿eh?
Reímos. Comprendí que hablar sana y liberarse en el hablar es otra tarea que tengo por delante. Con maestros así seguro llegaré a buen puerto.

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